Relatos para el Alma

Una leyenda cuenta, acerca de un joven que empeñosamente
buscaba el conocimiento por la experiencia. Siguió a todos e hizo de todo cuanto pudo, para saber lo que pudiese haber más allá de la vida común.                                                                            Cierto día llegó a la caverna de un anciano sabio, quien delante de sí, tenía una bola de cristal. El joven, se sentó frente al sabio y miró fijamente la esfera reluciente.  Allí vio toda clase de cosas de las que nunca había oído hablar, ni habría podido imaginar jamás. 
Entonces le dijo al maestro: - No es suficiente ser espectador, aun de estas maravillas. De un modo u otro debo poder vivir estas cosas.

El sabio, lo invitó a introducirse en la bola de cristal y en cuanto lo hizo, el joven comprobó que realmente podía entrar en cualquiera de las escenas que antes había visto.

Inmediatamente, el joven salió de la bola. El sabio, sin decir palabra, le entregó  un martillo; el joven hizo añicos la bola de cristal y se marchó.    




Más allá de Ghor, había una ciudad. Todos sus habitantes eran ciegos. Un rey con su cortejo llegó cerca del lugar, trajo su ejército y acampó en el desierto. Tenía un poderoso elefante que usaba para aracar e incrementar el temor de la gente.

La población estaba ansiosa por conocer al elefante, y algunos ciegos de esta comunidad se precipitaron como locos para tocarlo.

Como no sabían ni siquiera la forma y el aspecto del elefante, tantearon ciegamente, para reunir información, palpando alguna parte de su cuerpo.

Cada uno pensó que sabía algo, porque pudo tocar una parte de él.

Cuando volvieron junto a sus conciudadanos, impacientes grupos se apiñaron a su alrededor. Todos estaban ansiosos, buscando equivocadamente la verdad de boca de aquellos que se hallaban errados.

Preguntaron por la forma y aspecto del elefante, y escucharon todo lo que aquéllos dijeron. Al hombre que había tocado la oreja, le preguntaron acerca de la naturaleza del elefante. Él dijo:- Es una cosa grande, rugosa, ancha y gruesa como un tapete.

Y el que había palpado la trompa dijo: - Yo conozco los hechos reales, es como un tubo recto y hueco, horrible y destructivo.

El que había tocado sus patas dijo:- Es poderoso y firme como un pilar.

Cada uno había palpado una sola parte de las muchas. Cada uno lo había percibido erróneamente. Ninguno conocía la totalidad: el conocimiento, no es compañero de los ciegos. Todos imaginaron algo, algo equivocado.

La criatura humana no está informada acerca de la divinidad. No existe camino en esta ciencia, por medio del intelecto ordinario.






                             Omar Khayam (1048-1131)

Nace en Naishapur de Korassam, Iran,  fue un gran poeta, matemático y astrónomo persa.

Su obra poética  es universalmente conocida con el nombre de Rubaiyat, son de una belleza delicada y lánguida. el poeta canta a la brevedad de la vida,al amor y al destino del hombre, con una abundancia de aforismos.



Rubaiyat

1
***
¡Levántate! y olvida este efímero mundo.
Alégrate y aprovecha cada instante de gozo.

Pues si Natura,
mujer al fin, fuese constante,
¿de haber querido, no sería ya mi turno?

2
***
¿Sabes tú, por qué al alba el gallo, 
con su canto agudo se lamenta?

Porque vio en el espejo de la clara mañana,
que había transcurrido una noche en tu vida, 
sin que te dieras cuenta.

3
***
¡Ay!, ya ha pasado el tiempo 
de mis mejores años.

Se fue la primavera de mi vida, 
y el ave de mi juventud
ha levantado el vuelo.

No sé cuando ha venido
ni cuando se ha marchado.

4
***
No trates de lograr la dicha,
que nuestra vida dura lo que un suspiro.

El polvo de Djemschid y Kai Kobad,
al sol bailan en remolino.

La vida y el mundo, 
tan sólo son ficciones y sueños.

5
***
Al mundo, ¿a qué venimos?,
después, ¿por qué nos vamos?

¿Qué quiere esta existencia que nos ha sido dada?


Las almas arden y se convierten en cenizas,

más yo no logro ver la hoguera.

Tumba de Omar Khayyam en Nishapur


La Voz del Desierto

Un monje se sentía incapaz de superar las tentaciones.
Desanimado, decidió abandonar la vida monástica.
Recapacitando, determinó empezar de nuevo. ¿Podré ser como era?, se preguntaba.


Este pensamiento le impedía hacer algo. Fue a ver a un anciano y le contó su caso. 




El anciano le dijo:

Un hombre tenía un campo. Despreocupándose de él, poco a poco aquel campo estuvo lleno de cardos, no apto para el cultivo. Un día fue al campo y viendo cómo estaba, dijo a su hijo: 
     
Hijo mío, ve al campo y límpialo.

Su hijo fue, pero, al ver el panorama, quedó aturdido. ¿Cuando voy a terminar todo esto?, se dijo.

Optó por tumbarse y dormir, sin hacer nada. 

Muchos días después, el padre fue a ver cómo andaba el trabajo de su hijo. Éste dormía.

Veo que todo sigue igual, hijo, le dijo.
     
Éste respondió:

Perdóname padre. Cuando llegué aquí y vi tanta faena, quedé aturdido y me sentí incapaz de empezarla. Por eso me he echado a dormir.

A lo que respondió el padre:

Hijo, te comprendo. ¿Por qué no haces cada día el trozo de tierra en el que te tumbas? Sin apenas darte cuenta, poco a poco el pequeño esfuerzo redundará en una obra grande.


Lo hizo, y pronto el campo estuvo a punto para la siembra. Tú, hijo mío, haz lo mismo. Con la ayuda de Dios, pronto serás lo que eras.

El monje se marchó meditando la reflexión del anciano. Perseveró hasta el final, pues la paciencia le había transmitido el consuelo con el que somos consolados por Dios.
       




Dos cuentos chinos















El sueño de Chuan Chou

Hace mucho tiempo yo, Chuang Chou, soñé que era una mariposa que cuando volaba se llenaba de felicidad. En el sueño yo sabía que era Chuang Chou.


De pronto desperté y volví a ser el verdadero Chuan Chou, pero no sabía si Chuang Chou había soñado que era una mariposa o sí una mariposa estaba soñando que era Chuang Chou.



El amor a los dragones

El señor Ye, amaba tanto a los dragones, que los tenía en toda sus casa, en esculturas o pintados.


Cuando el dragón celestial se enteró de esto, se puso muy contento y voló a la tierra para visitar la casa de Ye. Cuando llegó, metió la cabeza por la puerta e hizo entrar su cola por la ventana, Al verlo, el señor Ye casi enloqueció de miedo  y echó a correr.



Esto demuestra que el señor Ye, no amaba de verdad a los dragones, sólo le gustaba la imagen, más no el auténtico dragón.


La Estrella

Al amanecer, el monarca cogió la estrella que utilizaba para la meditación y se fue al bosque a recitar el mantra divino. 
Estaba por allí corriendo una mujer en busca de su marido: un leñador que había partido hacía horas, antes de despuntar el día y como no regresaba, la mujer lo estaba buscando preocupara. Tan ansiosa estaba que pasó junto al rey y sin querer, tropezó con la estrella. El rey no pudo por menos que enfurecerse e increparla:

-¿Por qué no pones más atención ? Estaba dirigiendo mi pensamiento al divino y al tropezar con mi estrella, me haz distraído.

La buena mujer replicó:
- Disculpadme señor. ¿Por qué os irritáis de tal manera? Además, ¿cómo, si estabais rezando a Dios, no estabais tan absorto en Él, que os habéis dado cuenta de mi tropiezo? En cambio, yo estaba tan absorta en la búsqueda de mi marido, que no he reparado en vuestra estrella. ¿No es Dios mucho más importante que mi marido? ¿Cómo no estabais más absorto en Él que yo en mi marido?

No basta con la práctica exterior, sino que hay que acompañarla de genuina motivación, atención y disciplina.

Los Dos Anacoretas

Antología de Cuentos de la India y el Tibet

Un anciano yogui estaba meditando a la orilla de un río sagrado. Otro yogui más joven quería impresionarlo. Le gritó desde la orilla opuesta del río y comenzó a cruzar caminando sobre las aguas, hasta llegar junto al anciano, que ni siquiera se inmutó.


-¿No te he dejado boquiabierto? - preguntó el joven.

-¿Como has conseguido este poder? preguntó a su vez el anciano.

El joven anacoreta dijo:

En verdad, te lo confieso, no ha sido fácil. He tardado doce años. He practicado mantras muy secretos, poderosos ejercicios de visualización, penitencias sin límite y una gran austeridad. 

Durante doce años he seguido una rigurosa ascesis en los himalayas. A veces he estado durante una semana apoyándome sobre una sola pierna o he mantenido un brazo en alto durante días.

-No dejas de sorprenderme- dijo el anciano

-Luego te sorprendo, ¿verdad?- comentó lleno de arrogancia el joven. -Ya sabía que te asombraría-.

-Si, amigo mío, me asombra que hayas hecho tantos esfuerzos durante doce años, cuando hay una barca que nos cruza de un lado a otro del río por una rupia.
Anciano Yogui

La Historia del Pastor

                                                                                                  Cuentos del Antiguo Egipto

Mirad, cuando bajé a ese pantano que limita con estos pastos, vi allí a una mujer cuyo cuerpo no era humano. Mis cabellos se erizaron, cuando vi sus rizos y porque su piel estaba lisa. Nunca haré lo que me dijo. Su hechizo permanece en mí.

Mujer Misteriosa

Yo os digo: Levantaos, hombres, mañana regresamos. Los terneros pueden pasar ya a la otra orilla , el ganado menor pasar la noche al borde del pantano al cuidado de los pastores, lo mismo que nuestra barca para el regreso de los toros, junto con las vacas que la siguen a la barca. 

Pastores al cuidado de vacas

Los más experimentados entre los pastores deben recitar el sortilegio del agua contra los cocodrilos, diciendo:

¡Mi espíritu está lleno de júbilo, oh pastores, oh hombres"
No hay nadie que pueda echarme de esta campiña,
ni tan siquiera en el año de la gran inundación 
que cubre tan ampliamente las colinas del país
que ya no se puede distinguir más el lago de la 
inundación y el río.

Pero tú cocodrilo, ¡vuelve a tu morada!
El ganado se queda en su lugar,
pues el miedo a ti ha desaparecido,
el temor a ti se ha evapora ado
hasta que haya desaparecido la cólera
de la poderosa diosa de las plagas
y el miedo a ka señora de los dos países.

Cuando más tarde, la tierra se iluminó por la mañana temprano,
-se hizo lo que él había dicho-,
entonces se encontró de nuevo con esa diosa
cuando se dirigía al lago.
Ella se quitó su vestido y se revolvió el cabello...

El resto de esta historia, al igual que 
su principio, se han perdido...


Objetividad
                                                         

Un vecino de Nasrudin, fue a consultarlo sobre la interpretación de una cuestión legal.

 "Mi vaca fue corneada por su toro. ¿Me corresponde por ello alguna indemnización?

"Por cierto que no. ¿Cómo puede un hombre ser responsable de lo que hace un animal?"

"Un momento -dijo el pícaro aldeano-; me temo que se ha planteado el asunto al revés. Lo que en realidad sucedió, fue que mi toro corneó a su vaca".

¡Ah! -dijo el Mulá- esto ya es más complicado. Deberé consultar la jurisprudencia, pues puede haber otros factores involucrados que sean pertinentes y que pudieran alterar el caso".

             Tomado de Las Ocurrencias del Increíble Mula Nasrudin

 

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